¡Coge la puerta y vete!

Hoy lo hemos vuelto a contar. Se agradece que haya alguien nuevo en la mesa que aún no conozca la historia, pero si no lo hay, es igual, lo recordamos igualmente. Y es que después de tantos años y tantas navidades juntos, hay anécdotas para aburrir, pero hay una que se lleva la palma, y no nos aburrimos de contarla.

Fue hace muchos, muchos años. Era Nochevieja, y después de las uvas uno de mis hermanos mayores, que tendría unos quince años, dijo que quería salir. Mis padres le dijeron que no. Y él insistió: que quiero salir, que quiero salir, que quiero salir... Y mis padres: que no, que no, que no... Así estuvieron no sé cuánto tiempo, hasta que mi madre se hartó y le dijo: Anda ¡coge la puerta y vete! Y mi hermano desapareció del salón.

Dimos por hecho que se había marchado, pero unos minutos más tarde volvió a aparecer ¡¡con la puerta del piso en las manos!! No sabíamos si partirnos de risa o matarle directamente.

Las siguientes dos horas las pasamos toda la familia juntos, unidos en la hermosa y navideña tarea de intentar volver a colocar la puerta en sus bisagras. Parecía imposible, no encajaba de ninguna manera. Los vecinos que bajaban por las escaleras se encontraban una bonita estampa: la familia del primero abrazados a una puerta. ¡Un poco a la izquierda! ¡sujétala! ¡bajadla, ya casi está! Hola, buenas noches, feliz año, igualmente. ¡A la izquierda! ¡Empujad! La fama de vecinos raros nos la ganamos, literalmente, a pulso :)

Cuando ya parecía imposible que la puerta hubiera encajado alguna vez en las viejas bisagras, y cuando ya estábamos decidiendo los turnos para guardar la desprotegida entrada del piso durante la noche, al fin lo conseguimos. La puerta volvió a su sitio, todo a su lugar, y mi hermano por fin se marchó.

A partir de aquel día, la frase "Coge la puerta y vete" cambió totalmente de significado. Me cuido mucho de pronunciarla, y si algún día lo hago es con la boca pequeña y esbozando una ligera sonrisa :)

Feliz Navidad y muchas risas para todos :)